Como mariposa de ciudad después de una furiosa tempestad que sacude cielos y tierra, con el corazón y las alas dañados, conocedora del silencioso secreto de sus días y noches, mi voz débil como luz que tiembla en medio de tinieblas vuela al encuentro de vos.
El viento alegre saltando colinas, recorriendo caminos es mi complice que como músico utiliza su arpa y hace llegar a mi oido las notas musicales de su voz.
Le siento danzar sobre las hojas doradas del otoño llenando de ritmo melódico el espacio que me aisla del mundo en esta jaula de barrotes de acero frio y gris.
Acude a mí y en este reencuentro satisface mi hambre de fe y esperanza porque esa amistad crece, crece y me hace feliz.
Ahonda en mi espíritu, penetra mi alma, no es amor sino un hálito de vida, es dulzura de amistad y risas compartidas.
En el rocio romántico de ella mi corazón encuentra alivio y en su brisa se refresca rescatándome por instantes del palacio frio que me rodea.
Imagino esos labios desplegando sus alas como blanca mariposa cuyo batir penetra mis sentidos y viaja alocado por las venas de mi cuerpo.
En este mundo de letras se ahogan las palabras pero agradezco su bondad que como arroyuelo cantarino forma recodos y meandros desviando de mi camino toda tristeza todo dolor.
De su mano me siento fuerte y camino con paso firme y osado, soy como una abeja que necesita de esa flor
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